Pertenencias interdisciplinares

Scholars continuously draw on bounded disciplines to classify research. However, doing so rigidly creates spaces of exclusion for studies that do not fit within those strictly defined walls. Environmental history claims to be by definition an interdisciplinary field of study, and as such it implies that research questions coming from different branches of knowledge should be welcome. However, during my academic life, I have had to constantly defend my inclusion in this field due to my interdisciplinarity. In this post, I reflect upon my own experience in this matter and defend the idea that academia, and particularly environmental history, should question the creation of knowledge barriers in the classification of practices that can lead to exclusion. I finish by highlighting how the places for disciplinary and interdisciplinary exchanges are all valuable for academic work.


EHN es una de las voces más fuertes y presentes en la escena digital de la Historia Ambiental, que ha transformado el ejercicio profesional de hacer historia, para librar discusiones en un escenario abierto desde la inclusividad y la participación. Hoy respondo al llamado que este portal ha hecho para resaltar las visiones de mujeres y voces del Sur Global, escribiendo en español y desde mi condición de mujer, mestiza y latina – posicionalidad desde la cual ejerzo como historiadora ambiental.

Usaré este espacio para recoger algunas reflexiones personales sobre la práctica decolonial y participativa de la Historia Ambiental – así como mi pertenencia disciplinar, remitiéndome a un capítulo de libro que escribí y será publicado en 2021.[1] Gracias a la experiencia de mi ejercicio profesional en la práctica, me he formado la opinión de que hay diferentes aproximaciones a este campo, todas válidas, que reflejan el carácter interdisciplinar propio de la Historia Ambiental. Sin embargo, todavía quedan espacios en los que los límites disciplinares pueden servir como prácticas excluyentes.

Para dar un poco de contexto a estas ideas, es importante precisar primero que soy una historiadora colombiana, que actualmente hago mi doctorado en Inglaterra después de hacer una maestría en Países Bajos. En todos mis estudios he realizado investigación en el marco de la Historia Ambiental. Y en todas estas experiencias siempre he sido receptora de confusión disciplinar por parte de mis pares al referirse a mi trabajo. Por ejemplo, al graduarme de pregrado en Historia, uno de los comentaristas de mi investigación (historiador económico), dijo que lo que yo hacía «no era historia». En mi maestría, la Historia Ambiental aparecía como un anexo dentro de la categoría más grande de la Ecología Política. Paradójicamente, dentro del doctorado me han dicho que lo que yo hago es más Ecología Política que Historia Ambiental, siendo estas disciplinas diferenciadas. Todos estos comentarios fueron hechos sobre investigaciones que miraban al pasado para interpretar las mutuas relaciones entre humanos y no humanos a través del tiempo, definición que se ha convertido en una forma popular de entender la Historia Ambiental.[2] Al reflexionar sobre estas experiencias, llego a dos conclusiones: la primera es que no hay un consenso universal de los límites disciplinares ni de los interdisciplinares, y en ello reside parte del encanto; y la segunda, que en la academia seguimos sintiendo la necesidad de hacer categorizaciones disciplinares, incluso en aquellos contextos que se supone trascienden dichas divisiones.

Como receptora de los comentarios sobre mi identidad disciplinar hechos por otros académicos, mi percepción ha sido de no-pertenencia. Aquello que yo hago y presento bajo la etiqueta de «Historia» o «Historia Ambiental» no pareciera ser bien recibido por mis colegas historiadores. Mi sensación personal es que cuando yo caracterizo mi investigación con una de estas etiquetas y utilizo los elementos, ritos y sacramentos teóricos y metodológicos de la Historia Ambiental, el resultado debería ser recibido como tal.[3] Este reconocimiento no elimina la posible identificación de mi trabajo con otras disciplinas, y bien puede ser identificado como Geografía Humana Histórica o como Ecología Política en perspectiva temporal, a la vez que sigue siendo una Historia Ambiental. Esta identificación variada le entrega, de hecho, legitimidad de pertenecer a múltiples espacios académicos y de promover discusiones entre distintas corrientes de pensamiento que reflexionan sobre los mismos problemas.

Tal vez algunas de las razones por las cuales mi práctica profesional investigativa es reconocida de forma distinta, sobre todo en el Norte Global, es mi formación y experiencia laboral en América Latina. En el capítulo de libro que mencioné anteriormente, he hecho una corta genealogía sobre los métodos de investigación participativos para hacer Historia y, en particular, Historia Ambiental. Una de mis conclusiones es que el contexto latinoamericano ha facilitado el desarrollo de métodos participativos de investigación en ciencias sociales y humanas, y hago énfasis en la Historia. Entre muchas razones que han permitido afianzar estos métodos están los posicionamientos ideológicos de izquierda de sus practicantes, las altas tasas de analfabetismo de la población y la escasez de fuentes escritas preservadas. A lo anterior se suman la situación de desigualdad de larga duración y la política extractivista de las últimas décadas; la producción académica social latinoamericana retiene un carácter de denuncia y de priorización de las voces subalternas, que difiere de los desarrollos de la Historia Ambiental en otros lugares.[4]

Se requiere una discusión más a fondo para llegar a conclusiones más profundas sobre los límites disciplinares en la Historia Ambiental. Sin embargo, este texto espera contribuir a repensarse las prácticas clasificatorias tradicionales en la academia. Finalmente, quiero traer a colación mi posición actual como parte de un centro investigativo interdisciplinar, donde, al mismo tiempo mantengo diálogos con colegas que hacen Historia en otros institutos. Tanto en un espacio como en otro, encuentro siempre debates interesantes y ejercicios reflectivos fructíferos. Las experiencias particulares y aproximaciones que no están dentro de lo que se considera la norma, son fundamentales y pertenecen a estos espacios de discusión. Así, la academia se puede plantear espacios de inclusividad desde la pertenencia, en ejercicios similares a los propuestos por EHN.


[1] El capítulo se titula Participative and Decolonial Approaches for Environmental History, y hace parte de un libro sobre metodologías creativas para la investigación socioambiental creado por el proyecto RECOMS. Se espera que sea publicado en Junio de 2021.

[2] J.R. McNeill, “Observations on the Nature and Culture of Environmental History,” History and Theory 42, no. 4 (2003): 5-43.

[3] Ritos y sacramentos hacen referencia las prácticas que convierten a la investigación histórico-ambiental en una institución formal y reconocida. Esta aproximación se basa en: Stefania Gallini, Sofia de la Rosa Solano, and Rigoberto Abello, “Historia Ambiental,” en Hojas de Ruta. Guías Para El Estudio Socioecológico de La Alta Montaña En Colombia, ed. Paula Ungar (Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, 2015).

[4] Un texto fundamental para entender este desarrollo: Mauricio Archila Neira, “Voces Subalternas e Historia Oral,” Anuario Colombiano de Historia Social y de La Cultura 32 (January 1, 2005): 293-308.

*Imagen de portada: Nos hemos organizado como sociedad de tal forma que categorizamos y esperamos que nada salga de la norma. Por esto, hacer academia desde la interdisciplinareidad parece sobresalir y no encajar en el contexto de la escolaridad. Foto de Dan Meyers en Unsplash.

[Descripción de imagen de portada: Foto de un cultivo de pequeñas flores amarillas organizadas en canales perfectamente alineados. En el centro de la foto sobresale una planta diferente, un poco más alta y de flores similares pero de color morado.]